El duelo entre Pumas CU y Aztecas de la UDLA incluirá un nuevo capítulo de la familia Rosado y sus tres generaciones de amor a los auriazules y al equipo poblano
Cuando niños, Diego Rosado y su hermano, Patricio, visitaron la casa de su abuelo, Carlos Rosado Stevens, quien les hizo vivir una “novatada” al estilo futbol americano.
La intención era que ambos conocieran de la historia, la mística, los símbolos de los Pumas, en los que Rosado Stevens fue un distinguido jugador en los setenta.
El detalle es que el corazón de Diego ya estaba ocupado. Desde la cuna, heredó de su padre, Carlos Rosado Vallejo, el amor por los Aztecas de la Universidad de las Américas (UDLA), equipo en el que su progenitor fue un notabilísimo integrante en la última década del siglo XX.
“Nos puso el Himno, nos prestó su anillo y sus jerseys. La intención de mi abuelito era que nos encariñáramos con los Pumas, y así lo entendimos, pero la verdad es que de siempre quise los colores de Aztecas por mi papá”, narra Diego, en entrevista con ESPN Digital.
La anécdota ejemplifica la forma en que la familia Rosado vive la pasión por el deporte de las tacleadas, en el ya se cuentan tres generaciones de amor a los universitarios y a los Aztecas.
Coincidentemente, este sábado, Pumas CU (0-1) visitará a la UDLA (1-0) en el marco de la Semana 2 de Conferencia de los 14 Grandes de la ONEFA, duelo en el que Diego jugará con Aztecas como receptor.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el camino de Diego para llegar a Liga Mayor incluyó superar adversidades. Su resiliencia fue puesta a prueba tres ocasiones.
Primera prueba: "dar el estirón"
Los recuerdos vienen a la mente de Diego. Capítulos en color sepia que remiten al pasado.
“Empecé en el futbol americano hasta los 13 años, en el Tec de Puebla. Cuando terminé mis infantiles lo dejé un año y me dediqué al atletismo. Estaba muy chaparro, me decían Frodo, como el personaje del Señor de los Anillos”, relata Diego.
La infancia la vivió en Puebla, al cuidado de sus padres, Carlos y Liz Espino. Los campos de futbol americano de la UDLA fueron su cuna, lugar de primeros pasos, patio de juegos.
Practicó soccer y basquetbol por la cultura deportiva fomentada por su abuelo, quien también le sugería que hiciera atletismo.
“Desde siempre fui muy veloz y cuando cumplí los 14 me animé a practicar el atletismo y dejé el futbol americano un año”.
La decisión rindió dividendos positivos: “Ese año me pegué el estirón. Crecí bastante y aunque me gustaba mucho el atletismo, extrañaba el futbol americano”.
Fue entonces que Diego arrancó sus juveniles en Aztequitas, ya intentado desarrollarse como receptor abierto, posición en la que su abuelo y su papá brillaron.
Un abuelo de sangre azul y piel dorada
Carlos Rosado Stevens, abuelo de Diego, es el primer eslabón ligado al futbol americano y con una trayectoria que va más allá del emparrillado.
Antes de jugarlo, practicaba el basquetbol y el atletismo. Durante la prepa fue invitado a integrarse a los Leopardos de Arquitectura de la UNAM bajo las órdenes del coach Mario Revuelta.
Más tarde, jugó su Liga Mayor con las Águilas Reales, de 1970 a 1974, y fue parte de la Selección Puma en tres temporadas, incluida la que disputó el Clásico estudiantil ante el Politécnico en el estadio Azteca en 1972.
“Mi abuelo era muy rápido y respingado, por eso le decían la Tripa. De niño, siempre jugábamos en su casa futbol americano o basquetbol. Eso sí, es muy Puma. Tiene en su casa un cuarto que es como el Salón de la Fama familiar con toda la memorabilia”.
Segunda prueba: la pandemia y la huelga
A sólo 24 horas de que Diego completara el papeleo para integrarse al equipo de Liga Mayor de Aztecas, en marzo de 2020, se declaró a nivel mundial la alerta sanitaria por el Covid-19.
Rosado, como el resto de los novatos, fue condenado a entrenar por sus propios medios, aislado y sin tener certeza de cuándo el mundo volvería a la normalidad.
“Tenías que entrenar en tu casa cargando los garrafones, cajas, lo que fuera que pesara para mantenerte en forma”.
Luego, en 2021, la UDLA estuvo envuelta en un conflicto interno que provocó el cierre del campus, por lo que el programa de futbol americano no participó en las actividades que la ONEFA alcanzó a organizar en el año post- pandemia.
Dos años de elegibilidad, de preparación, de ilusiones perdidas.
“Tuve un montón de dudas en ese tiempo. En la pandemia, al igual que pasaba en el mundo, no había certeza de nada. No se sabía si íbamos a volver a competir en uno, dos, tres años”.
“Luego, vino el conflicto en la UDLA. Fue también muy complicado aceptarlo porque el resto de los equipos ya tuvieron competencia ese año y nosotros nos preparamos para finalmente no hacerlo”.
La luz al final del túnel vendría hasta 2022, cuando finalmente Diego tendría su debut en Liga Mayor, pero llegaría una prueba más...
Un papá de nivel NFL
Carlos Rosado Vallejo formó parte de los legendarios Aztecas de los noventa, en los que fue tricampeón.
Terminada su elegibilidad, jugó como receptor para los equipos Barcelona Dragons y Amsterdam Admirals de la NFL Europa, de 1998 hasta 2004. También tuvo la oportunidad de probarse en la pretemporada de 2003 con los New York Jets de la NFL.
“Siempre he admirado de mi papá su dedicación. Se prepara muy cañón. Como jugador se quedaba a entrenar por su cuenta y, cuando comenzó la carrera como comentarista en la televisión, trabajó mucho para hacerlo bien. Tomó cursos y se sigue preparando constantemente”, relata Diego.
Tercera prueba: jugar a la defensiva
Previo a la temporada 2022, cuando Diego ya se saboreaba el debut en Liga Mayor, el destino le tenía otra prueba: el staff de entrenadores de Aztecas le pidió jugar como esquinero.
“Me argumentaron que había mucha profundidad en el grupo de receptores y que por mi velocidad querían probarme como corner”, relata Diego. “Recuerdo que al primero que le conté fue a mi papá y creo que le afectó más a él que a mi”.
Sacando de nuevo el carácter, Diego transformó el reto en una oportunidad y asegura que aprendió técnicas y formas de ver el juego que le han servido para ser un mejor elemento.
“Jugar a la defensiva te enseña a jugar con más intensidad, tienes que entrar más prendido. La ofensiva es más de estudio. Aprendí de las técnicas que utilizan los esquineros para sacar ventaja luego como receptor”.
La nueva prueba para Diego solo duró una temporada. De cara a 2023 se reintegró al grupo de receptores, con la esperanza de, finalmente, explotar lo aprendido durante años por los consejos de su papá y su abuelo.
Este sábado Diego espera que toda la familia se reúna con motivo del cotejo.
"Ambos estarán ahí para ver el partido. Sé que mi abuelito le va a Pumas, pero querrá que me vaya bien y mi papá, pues totalmente con Aztecas".
Un mediodía que será radiante.
Los goyas y las porras para Aztecas.
Las tribunas repletas.
El olor a césped.
El Templo del Dolor será escenario del nuevo capítulo para la familia Rosado y de su amor por Pumas y Aztecas.