El invicto estadounidense defendió su cinto Intercontinental Ligero de la OMB, noqueando espectacularmente al argentino en el segundo asalto y cerrado con hat-trick de los hermanos Davis en casa. La ceremonia duró más que la pelea.
En apenas 4 minutos 8 segundos, Keyshawn Davis despachó sin compasión a Gustavo Lemos, tras derribarlo tres veces en el segundo round.
Fueron caídas inapelables y el árbitro Raúl Caíz Jr. prefirió darle una oportunidad luego de la segunda, pero el derrumbe era inevitable. Así, no dejó ningún margen para la discusión.
En apenas dos líneas, queda retratado lo que fue un desigual enfrentamiento entre un boxeador de elite, considerado una futura estrella, y un hombre que salió a la desesperada, buscando un golpe de suerte que nunca llegó.
Si a la pelea le faltaba un condimento, el tema pasó por el pesaje que ya detallamos y que, visto el resultado, queda en una olvidable anécdota. A la noche, antes de subir al ring, se informó que Gustavo Lemos pesaba 70,489 kilos (155.4 libras) o sea un mediano junior. No se informó del kilaje de Davis, pero se puede inferir que estaría, también, en un tonelaje similar.
El ídolo de Norfolk, que ahora suma 12 peleas, todas ganadas con 8 nocauts, aceptó pelear con Lemos más allá de los casi tres kilos de exceso en el pesaje oficial. Había una fiesta preparada para la noche del viernes y no se la iba a perder por un “detalle” como enfrentar a un rival con más kilos que él.
Lemos dijo que semejante exceso -una clara falta de profesionalismo-, fue por un problema con la balanza que su equipo trajo de Argentina.
Por supuesto, no le creyó nadie.
En el ring quedó claro que si ello suponía sacar una ventaja deportiva, no lo fue en absoluto. La diferencia entre ambos, a nivel boxístico, fue sideral.
En la transmisión de ESPN KNOCK OUT, con Renato Bermúdez, “Chava” Rodríguez, Mariale Espinoza y la tarjeta de hierro de Fernando Barbosa -a la que nos sumamos Alejo Rivera y este periodista-, presumimos que Lemos iba a salir con todo, buscando un nocaut tempranero.
Fue así, solo que el ímpetu no duró nada. No tuvo ni continuidad. No solo porque Davis lo anuló desde el primer momento, con pasos a los costados y atrás y con movimientos dignos de un elegante torero.
Fue porque, además, Lemos salió tirando golpes abiertos, tipo remolino, muy anunciados y lentos. Demasiado anunciados, debemos puntualizar para un contragolpeador fino y preciso como Davis.
O sea, un rival a la medida del campeón Intercontinental WBO y USA WBC. Ante diez mil espectadores que lo recibieron como a un hijo pródigo, rememorando aquellas noches de Pernell Whitaker, Davis lució como un profesional ante un amateur sin experiencia. Lemos, para decirlo de una buena vez, no fue rival.
Aquella gran noche de su pelea con Richardson Hitchins, en donde ganó en el ring, pero perdió en las tarjetas, quedó atrás. Lemos no fue el mismo porque Davis no es Hitchins: se plantó desde el primer round a potenciar los errores del rival y lo demolió.
Lemos quedó con una marca de 29 victorias, 19 antes del límite y 2 derrotas. No queda mucho más para agregar, porque ya lo escribimos en la nota anterior: cada cual es artífice de su propio Destino.
De él depende después de esta durísima derrota, elegir entre una conducta profesional, mucho más exigente, o la comodidad de ser una figura en su Tres Arroyos natal.