Del dolor de su infancia al disparo que casi lo mata, la vida de Terence Crawford está marcada por la violencia y la superación antes de convertirse en rival de Canelo Álvarez.
Mucho se habla de Terence Crawford como el dos veces campeón indiscutido, como el nuevo rival de Canelo Álvarez, como el hombre que subirá dos divisiones por historia, por dinero o por la gloria, pero poco se conoce de su vida turbulenta marcada por una infancia difícil, falta de amor familiar, entorno de pandillas y de un incidente que marcó un antes y un después en su vida: una bala que casi acaba con su existencia.
Crawford subirá este 13 de septiembre en Las Vegas contra Canelo en lo que se espera que sea uno de los mejores combates del año. El originario de Omaha, Nebraska, de 37 años, está teniendo los reflectores que nunca pensó tener, tendrá un salario que jamás imaginó ganar y su nombre suena en todo el mundo boxístico, un reconocimiento que en la vida creyó conseguir. Es que la infancia de Bud fue tan dura que ni siquiera tenía permitido soñar.
Infancia marcada por la violencia
Los padres de Terence Crawford se dedicaban a dos cosas: “emborracharse y discutir”, señaló el peleador en el reportaje de Mark Kriegel de ESPN en 2018, previo a su combate contra Jeff Horn. La relación con sus progenitores fue muy compleja, especialmente con su mamá, y una escena lo refleja.
Cuando niño, Crawford recuerda que su papá le dijo a su madre: “Será nuestro bebé de un millón de dólares”, mientras Debra (madre de Crawford) respondió: “Él no va a ser una m…”.
“Esa es mi mamá. Tenía una actitud de amor duro”, explicó Crawford.
Con el paso de los años, Crawford se abrió para contar la violencia física que vivió, pero también supo sacar algo positivo en ese hueco de sufrimiento. “Me golpearon con un cinturón, un juguete, un palo, con lo que fuera. Al mismo tiempo, mi tolerancia al dolor aumentó. ... Llegó al punto de fortalecerme. ... Sí, dolió, pero no tenía miedo. Sabía lo que venía. No era nada para lo que no estuviera preparado”, señaló a ESPN.
El invicto pugilista fue expulsado de cinco escuelas por involucrarse en peleas. Crawford creía que con violencia se resolvían los problemas: era lo que veía en su barrio y hasta en su propia casa.
Conforme fue creciendo y se vinculó al boxeo, buscaba desesperadamente la aprobación de su mamá, conocida como la señora Debra por su carácter fuerte y ser poco cariñosa con su hijo. Cuando ganaba una pelea le decía que “estaba luchando contra un oponente débil” y si tal vez los jueces lo desfavorecían con un fallo injusto, le repetía que “no lo habían hecho”.
“Luchaba por su aprobación, que me dijera que estaba orgullosa o feliz, pero nunca lo hizo. Así que seguí enojado”, confesó Crawford.
Su madre era tan dura que, según el relato de Kriegel, le reveló que le pagaba a otros niños del barrio si conseguían golpearlo, todo para que su hijo se hiciera fuerte y sin miedo a nada.
Y aunque la relación con su mamá mejoró con el paso del tiempo, todavía en 2014, antes de salir hacia Escocia, en donde se coronó monarca ligero de la OMB contra Ricky Burns, Debra le ofreció su habitual “bendición”: “No sirves para nada, te van a dar una paliza”.
La bala que casi acaba con su vida
En 2008, cuando Crawford todavía tenía 20 años y apenas cuatro combates como profesional, contó que un policía le roció gas pimienta sin motivo alguno. Lo alivió lavándose la cara con leche, más tarde comió pizza y se puso a jugar a los dados.
En la madrugada, mientras contaba las ganancias en su auto del 86, una bala rompió la ventana trasera. Se dispararon 12 en total, pero una estuvo cerca de quitarle la vida. Rozó su cabeza entre el cuello y la oreja. El mismo peleador manejó hacia el hospital, en donde los doctores del Centro Médico de la Universidad de Creighton le hicieron las suturas.
“No me importa si voy a la cárcel el resto de mi vida”, le dijo Crawford a su tío DeArthur. “Voy a matarlo”. Ese fue, en un inicio, su pensamiento de venganza. No era la primera vez que se veía envuelto en una balacera, especialmente entre las pandillas que dominaban su localidad: los Crips vs. Bloods. No obstante, el sentimiento de represalia se fue desvaneciendo hasta alcanzar la madurez y convertirse en uno de los ídolos de su tierra y en uno de los mejores boxeadores del mundo en la actualidad.
El boxeo le dio a Crawford el rumbo que no había encontrado ni en la calle ni en su propia casa.
