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El Sonido y la Furia: el día que Mike Tyson le mordió la oreja a Evander Holyfield

Una pelea entre Evander Holyfield y Mike Tyson era, para los aficionados en los años 90, un acontecimiento imperdible. Sin embargo, no fue tan fácil de lograr. El 18 de junio de 1990 fue la primera fecha fijada, pero faltó un detalle: Mike Tyson debió enfrentar antes, el 11 de febrero, a James “Buster” Douglas en Tokio. Y, como se sabe, terminó perdiendo por nocaut. Adiós a la fecha de junio. De todas formas, para Evander el negocio no salió tan mal, porque accedió a un combate con Douglas el 25 de noviembre de ese año y ganó por nocaut en tres asaltos, convirtiéndose en campeón del mundo.

Hubo otra fecha pactada, la del 8 de noviembre de 1991, esta vez en el Caesars Palace de Las Vegas, pero el 19 de octubre Iron Mike sufrió una lesión y, además, sobrevino el juicio que lo sacó de circulación.

Pasaron casi cinco años, hasta que el 9 de noviembre de 1996, finalmente se vieron las caras. Evander Holyfield ganó por KOT en once asaltos y se llevó el campeonato reconocido por el Consejo.

Y, finalmente, llegó la segunda edición. Aunque la fecha original, del 3 de mayo, debió ser anulada, por una lesión de Tyson en el ojo izquierdo, producto de un roce en los entrenamientos.

La noche del 28 de junio de 1997, en el MGM Grand, volvieron a combatir. Tyson y su equipo apelaron la designación del árbitro, Mitch Halpern, argumentando que no había sido justo en su actuación anterior, en la primera pelea. Según la gente de Tyson, le había permitido suficientes infracciones a Evander como para ya no confiar en él. Y, aunque la Comisión Atlética de Nevada confirmó al árbitro, éste decidió dar un paso al costado. Y lo reemplazó Mills Lane.

El show fue bautizado como “El Sonido y la Furia”, aludiendo a una frase de Shakespeare, y fue organizado por Don King, como parte del último compromiso del contrato con Tyson.

Con una bolsa de 35 millones de dólares para Holyfield y una cifra de 30 millones para Tyson, el combate marcó un récord económico que se mantuvo varios años.

Ante 18.187 espectadores, la pelea comenzó en medio de un clima muy tenso De hecho, Freddie Roach había comentado con algunos periodistas que “Si no puede encauzar la pelea, Mike hará cualquier cosa para ser descalificado. No quiere volver a perder como la otra vez”. No se equivocó.

Holyfield asumió el control desde el primer asalto. Con su jab no solamente controló a Tyson, sino que le produjo un breve corte en el ojo derecho. En el segundo, fue Holyfield quien nuevamente tomó la iniciativa

Hasta que, cuando sonó la campana llamando al tercer asalto, todo se precipitó de una manera increíble.

Tyson perdido el control ya no de la pelea sino de sí mismo, mordió a Holyfield en la oreja derecha, obligándolo a iniciar una extraña danza, producto de la sorpresa y del dolor. Mills Lane le descontó dos puntos a Tyson, pero no pudo encausar nada, porque luego vino otro mordiscón, esta vez en la oreja izquierda y la descalificación. Hecho una furia, Tyson estalló, en medio de un escándalo en el centro del ring por aquellos que luchaban por calmarlo de cualquier manera.

Sí, fue el sonido y la furia, porque a la ira de Tyson se sumó la de los espectadores: no solamente le arrojaron de todo, sino que a la salida del MGM se produjo un revuelo muy grande. En las salas, voló alguna mesa de juego, con fichas incluidas y hasta sonó un disparo.

Este periodista transmitió el combate para la televisión argentina junto al colega Horacio García Blanco y el productor Alejandro Dombrosqui. Nos enteramos varias horas después, porque salimos del hotel utilizando la playa de estacionamiento ubicada lejos de los salones principales.

Quedaron anécdotas entre divertidas y dramáticas. Un empleado de limpieza encontró un pedacito de oreja de Holyfield en el ring y se fue corriendo a los vestuarios. “Tengo algo que le pertenece a Mister Holyfield”, gritó y las puertas se abrieron. El pedacito de carne fue alojado en una bolsa de hielo, y se perdió camino al hospital.

Las bromas sobre el tema llegaron a hacerse parte de una campaña de publicidad de golosinas con forma de oreja y, con el tiempo, tanto Tyson como Holyfield hasta colaboraron públicamente en recordar el momento.

Holyfield anuló a Tyson todo el tiempo, le pegó más de un cabezazo y tras “maniatarlo” boxísticamente, logró que Iron Mike desbordase de ira sin control. De hecho, en medio de su impotencia, Mike tuvo unos segundos para escupir su protector bucal antes de la segunda mordida y no faltaron quienes afirman que desde su rincón gritaron “!Tiempo de morder!”. Tal vez, el boxeador lo había pensado o calculado, tal vez no, pero ello quedará en el misterio. Las cámaras de la televisión, en cambio, comunicaron las imágenes, indiscutibles e impactantes.

Fue uno de los hechos más bochornosos vividos en Las Vegas.

Hoy, cuando ambos se entrenan a través de videos y anuncian que están dispuestos a volver a un ring con fines benéficos en una exhibición, aquello parece lejano.

Han transcurrido 23 años, casi un cuarto de siglo, cuando el Sonido y la Furia se apoderaron del ring del MGM en una noche de locura y excitación.