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Falleció Miguel Angel Castellini, a los 73 años

ADIÓS A UN CAMPEÓN

La foto de los tres forma parte de un momento extraordinario del boxeo argentino: Carlos Monzón, campeón mundial de los medianos, Víctor Emilio Galíndez, campeón mundial de los medio pesados y Miguel Angel Castellini, campeón mundial mediano junior. Los tres reconocidos por la Asociación Mundial de Boxeo.

Castellini falleció en la medianoche del martes 27, tras diez días de internación en el Hospital Fernández, tras haber contraído el Covid-19. En los últimos años había sufrido varios ACV.

Fue una figura de gran atractivo por su pegada, su carisma, su actitud. Profesional extraordinario a la hora de entrenar, era también un boxeador que no siempre estaba a la altura de su potencial. La frase más común, aplicada a su estilo era “Lo traicionaron los nervios”.

Había nacido en Santa Rosa, La Pampa, el 26 de enero de 1947. Y supo ser disc jockey en Brasil. Anduvo por Mendoza, Tucumán, La Rioja, entre tantas provincias, boxeando en donde lo llamaran.

“Una vez fui a perfeccionar mi boxeo en Mendoza, con el profesor Diego Corrientes. La manera que te marcaba los golpes y su trayectoria era como estar en la Universidad”, recordaba.

De la mano de un gran técnico como Adhemar “Chito” Tévez, fue creciendo como boxeador, como Miguel Angel Campanino, otro coterráneo que fue campeón argentino de los welters.

Por fin llegó a Buenos Aires y con la ayuda de dos periodistas –Ernesto Cherquis Bialo y Horacio García Blanco- encontró un alojamiento en una pensión.

Lo demás pareció ser directo a la fama. Atendido por Don Víctor Arnoten –especialista en trabajar con boxeadores pampeanos- empezó a crecer. Ya se dijo de su tremenda pegada. Sumado su carisma, provocó la presencia de muchas mujeres en el ring side y de fanáticos que comenzaron a ser incondicionales suyos, más allá de que, muchas veces, los expertos se preguntaban cuál Castellini iban a ver, si el noqueador tremendo o el boxeador bloqueado que tenía mucho trabajo en lanzar sus golpes.

De la mano de Juan Carlos Lectoure hizo una campaña que, incluso, lo llevó a pelear por Europa: París, Milán y Roma lo tuvieron como protagonista.

Fue en aquellos años (1972) en que enfrentó en el Luna Park al mexicano Raúl Soriano y, de un tremendo uppercut, lo sacó afuera del ring. La única vez que Julio Cortázar asistió a una pelea en el Luna, ya consagrado como escritor, fue para una pelea suya.

Su crítico comentario fue publicado en la revista “El Gráfico”. La victoria de Castellini sobre Thurman “Doc” Holliday (por puntos, abril de 1973) fue en medio de una deslucida pelea.

Finalmente, fue en Madrid cuando tuvo su ansiada oportunidad ante José Luis Durán, a quien venció por puntos el 8 de octubre de 1976, con Galíndez como abanderado. Esa noche se consagró campeón mediano junior de la Asociación Mundial de Boxeo.

Su trayectoria como campeón fue, sin embrago, muy breve, porque perdió en la primera defensa ante el nicaragüense Eddie Gazo, el 5 de marzo de 1977.

Esa noche, en medio de los disparos de la Guardia Nacional que custodiaba al dictador Anastasio “Tachito” Somoza –Gazo pertenecía a esa agrupación- se quedó sin respuesta alguna y terminó perdiendo por puntos. Fue una actuación para el olvido y las críticas por su actitud negativa ante la pelea frente a un rival técnicamente mucho menos dotado, le acarrearon críticas que jamás pudo disipar.

Tuvo otras dos peleas claves, sin duda. Especialmente una derrota, en el Luna Park ante un ascendente Alfredo Horacio Cabral, un boxeador también pampeano. Cabral, de 23 años, lo había provocado en el gimnasio y había mala sangre entre ellos. Irreverente y talentoso, Cabral le ganó a Castellini (32) por nocaut técnico en 8 vueltas (9 de junio de 1979) en una pelea teñida de rojo.

Lastimado y golpeado, Miguel Angel (a quien el periodista Jorge Mórtola había bautizado “Cloroformo”) aguantó una paliza. Fue como una forma de demostrar que no había tenido miedo ante Gazo y esa noche, más allá de la derrota, fue aplaudido de pie. Aplicarle la palabra “Miedo” a Castellini fue una marca indeleble e injusta, puesto que lo suyo era, ante todo, un bloqueo sicológico que no podía dominar.

Luego vino una revancha ante Gazo, también en el Luna, pero ya no eran campeones y fue, solamente, una forma de demostrar que era el mejor, en un combate áspero, marcado por el enojo y la ira del pampeano para demostrar lo que no había podido en Nicaragua. Ganó por nocaut en 9 el 20 de septiembre de 1980: a los 33 años, fue su última pelea.

Se retiró con una marca de 74 victorias (51 nocauts), 8 derrotas y 12 empates. Entre sus ilustres rivales estuvo Ramón La Cruz. Fue también campeón argentino de los medianos junior.

Se puso al frente de un gimnasio que fue emblemático en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, en la avenida Córdoba y Esmeralda. Luego pasó a la calle Juan Domingo Perón, casi esquina Callao: estaba decorado con cuadros, fotos, guantes y toda clase de posters. Había heredado de su padre, un fino pintor, el gusto por el arte, la decoración y la belleza visual.

Junto a su mujer, Karina, asistió al Luna Park cada vez que hubo boxeo y fue, según nos marca la memora, el único boxeador que, recién retirado, le organizó una cena de agradecimiento a Tito Lectoure, por todo lo que había hecho por él.

Ahora ya no está y queda el recuerdo de aquellas noches de los 70, en el Luna Park, llenas de glamour para el boxeo, con figuras como Locche, Monzón, Bonavena, Galíndez, Saldaño y tantos otros en los que Miguel Angel Campanino, a fuerza de potencia y entrenamiento, llegó a ser campeón mundial.

Descansa en paz, Miguel.