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La insípida cena del Canelo

Un boxeador de la categoría de Saúl tiene el sartén por el mango. Él puede subir o bajar de categoría para enfrentar a alguien de mayor nivel

Este sábado me tocó transmitir el juego de NBA entre Mavericks y Nets. El partido se desinfló completamente en el último cuarto, pues Dallas lo ganó con claridad ante Brooklyn que no contaba con dos de sus mejores tres jugadores. Bien, pensé, alcanzaré a ver gran parte de la pelea del Canelo Álvarez. Iluso de mí...

Apenas preparé algo de cenar cuando cambié la televisión a la pelea para ver las imágenes por las que el turco Avni Yildirim ya no saldría a combatir en el cuarto round. Al tipo le entraban todos los golpes. Como dicen, ya no sentía lo duro, sino lo tupido. Canelo festejaba, discretamente, y no hubo más remedio que cambiarle definitivamente al León-Cruz Azul.

Me considero un admirador del Canelo. Soy un creyente de que para llegar a la cima se necesita un montón de trabajo, sacrificio, una buena dosis de talento y otra de mentalidad. Todo eso lo tiene Saúl, y el que no lo quiera ver es un verdadero necio. Pero no se necesita ser un experto en boxeo -no lo soy, ni cerca- para darse cuenta que el rival que le pusieron este sábado en Miami al Canelo no está a la altura de la expectativa, del escenario, ni mucho menos de un campeón mundial como el púgil tapatío.

Leo a muchos que excusan al Canelo con la frase "él no tiene la culpa, era el retador mandatorio". No es así. Un boxeador de la categoría de Saúl tiene el sartén por el mango. Él puede subir o bajar de categoría para enfrentar a alguien de mayor nivel. Un contrato de más de 300 millones por derechos televisivos requiere un tiro más parejo. Si Saúl no quiere escuchar el nombre de Gennady Golovkin, perfecto... pues que encuentre retadores más competitivos que le hagan frente. Un campeón es el cinturón, pero también es la manera en que refrenda su título pelea a pelea.

Y es que aquí ni siquiera alcanzó para la polémica como contra Kovalev, Callum Smith o Daniel Jacobs. Lo de este sábado fue una mala broma, y Canelo lo sabe. Ojalá que su esquina, que ahora también es su misma representación, vele por sus intereses subiendo la vara. Canelo lo merece, y los millones que lo seguimos también.

Tiene que ser así. Al menos para que la cena sepa a algo.