Se cumplen cinco años del fuerte altercado entre Serena Williams y el umpire portugués Carlos Ramos que dejó en un segundo plano la obtención del US Open por parte Naomi Osaka. ¿Qué ocurrió en la escandalosa final del 2018?
Serena Williams, que venía de caer en la final de Wimbledon ante la alemana Angelique Kerber y perder la oportunidad de igualar los 24 Grand Slam de Margaret Court, saltó al Arthur Ashe con el deseo de hacer más historia. Con 37 años y ante una rival inexperta, de 20 años y N°20 del mundo, tenía todo para ganar. Sabía que no tendría muchas más opciones de lograrlo y esta vez podía hacerse realidad. Pero lejos de eso, la definición en Flushing Meadows se convirtió en un día para olvidar.
Todo empezó cuando Ramos, juez de silla que se retiró esta temporada en el ATP 250 de Estoril, advirtió a Serena por “coaching” en el comienzo del segundo set (6-2 había sido el primero para la nipona). Este aviso no le gustó para nada a la leyenda local que se acercó hasta su silla y afirmó que “yo no hago trampas para ganar”.
El partido continuó. Hasta ahí Osaka comandaba a puras bombas y Williams no encontraba respuestas. Sin embargo, consiguió una ventaja y se adelantó 3-1… pero llegó el game fatal. La estadounidense perdió el saque y también los estribos. En un acto de desesperación partió en dos la raqueta, cuya acción desencadenó en la segunda penalización, pero esta vez, como ya había sido advertida, se cristalizó con la quita de un punto.
La ex número uno del mundo, con un rostro de pocos amigos y a los gritos, trató a Ramos de sexista (sosteniendo que no trataba por igual a los hombres que a las mujeres), de ladrón y muchas otras cosas más. “Deberías pedirme perdón tú a mí. Yo soy madre y no hago trampas. Eres un ladrón y un mentiroso porque me has robado un punto”, señaló enfurecida con el dedo en alto.
Nueva York en ese entonces estaba paralizada. Más lo estaba Osaka quien, pese a estar quizás ante el sueño de su vida (conquistar su primer Grand Slam), permanecía en silencio, aterrada y al borde del llanto.
El siguiente juego, tras el escándalo, lo comenzó 0-15 y fue a un nuevo descanso con el marcador 3-4. Otra vez empezó el revuelo y las idas y vueltas. Harto de las quejas, el juez de silla fue más allá y sancionó a Serena quitándole un game por completo, lo cual dejó a Osaka 5-3 en el segundo set. Todos imaginarán lo que vino después. Show, gritos, y una furia incontrolable nunca antes vista en la leyenda norteamericana. Williams solicitó la participación de los supervisores y coqueteó con la descalificación.
Osaka cerró el partido 6-2 y 6-4 y se consagró campeona. Pero su éxito quedó empañado y en un lejísimos plano por la pelea de Serena con Ramos. Solo atinó a sentarse en su banco (sin festejar) y tapó su rostro triste y feliz al mismo tiempo con una toalla durante varios segundos. Tanto escándalo le impidió celebrar ese sueño por el que tanto luchó.
Luego, durante la premiación, el público, que se había puesto a favor de su tenista estrella, abucheó a Osaka. Angustiada y con lágrimas en sus ojos, como dijo ella días después porque “no sabía si era contra mí o porque no salió el resultado que querían”, afirmó a pie de cancha: “Siento que haya sido así, gracias por ver el partido”, al tiempo que pidió perdón por haber ganado.
Un poco más calmada, Serena Williams abrazó, consoló y felicitó a la japonesa por la victoria. También rompió en llanto al momento de su testimonio. Una vez pasado el escándalo la seis veces campeona del Abierto de los Estados Unidos fue multada por su comportamiento con 17mil dólares.
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