Nota del editor: Esta es la primera parte de nuestra serie de artículos “Cómo reparar el boxeo”. Mike Coppinger, Ben Baby y Michael Rothstein analizarán los mayores retos a los que se enfrenta esta disciplina deportiva; discutiendo diversas soluciones con peleadores, promotores y otros vinculados al mundo del pugilismo, con la esperanza de aportar soluciones realistas a la coyuntura que vive el boxeo mundial.
ARLINGTON, Texas – La molestia era palpable en la voz del entrenador Derrick James, incluso en medio del brillo dejado por una de las mayores victorias de su carrera.
Esa misma noche de abril de 2022, Errol Spence Jr., pupilo por mucho tiempo de James, arrolló a Yordenis Ugas para ganar el tercero de los cuatro cinturones importantes disponibles en la división del peso welter. Fue la victoria más contundente de Spence en su extenso ciclo como campeón. Sin embargo, y como suele ocurrir, la conversación terminó centrándose en la única faja que no poseía y el rival al que aún no se había enfrentado.
“Claro que me fastidia”, comentó James a ESPN en aquel momento dentro del AT&T Stadium. “Pero el negocio del boxeo es así. Los aficionados quieren ver a quien quieren ver”.
Durante los últimos años, los seguidores del boxeo se han inquietado cada vez más, frustrados al ver que no llegan a darse las peleas de mayor cartel. El choque entre Spence y Terrence Crawford, considerados por largo tiempo como los mejores peleadores del mundo en las 147 libras, es apenas un ejemplo de la clase de combates que los aficionados ansiaban ver en vano.
Hasta que, a principios de mayo, luego de años de especulaciones y al menos una serie de negociaciones fallidas, finalmente Spence y Crawford lograron pactar la celebración de una pelea por el título indiscutido este 29 de julio en Las Vegas.
“Ahora estamos aquí”, expresó Spence. “Todo eso quedó en el pasado, éste es el presente. Estamos aquí. Pelearemos, el uno contra el otro”.
A través de los últimos años, una de las disciplinas deportivas más antiguas y con más historia del mundo se ha caracterizado por su incapacidad para enfrentar a los mejores contra los mejores. La explicación radica en una combinación de factores que afectan a todos los actores de este deporte: promotores, cadenas de televisión, representantes y boxeadores. Se trata del nivel de riesgo que cada uno está dispuesto a asumir, de la incapacidad de trabajar juntos con la frecuencia suficiente, de bolsas monetarias fuera de control y que dejan a los aficionados rascándose la cabeza.
Afortunadamente, este año hemos visto la mejor serie de enfrentamientos de calidad de los últimos tiempos. En parte, esto se debe a que se ha dado el momento para todas las partes involucradas. Sin embargo, también existe la sensación de urgencia entre aquellos preocupados por la viabilidad del boxeo a largo plazo.
“El boxeo y todos los involucrados en el boxeo tienen la responsabilidad de que se den las grandes peleas”, expresó el CEO de la plataforma de streaming DAZN Joe Markowski. “Si eso no ocurre, entonces los aficionados, particularmente los seguidores casuales, se seguirán sintiendo decepcionados por este deporte”.
“Y si eso llega a pasar, pues su tiempo y sus dólares destinados al entretenimiento serán invertidos en otro lado”.
Los datos obtenidos tras una petición de apertura de registros nos dan una idea de la urgencia que representa este problema. En 2010, la Comisión Atlética del Estado de Nevada sancionó 30 eventos boxísticos. La cifra disminuyó a 13 en 2021 y la misma cifra en 2022.
Podemos distribuir la responsabilidad entre todos los actores importantes del mundo del boxeo. Pero en nuestras conversaciones con docenas de boxeadores, agentes, promotores y ejecutivos de televisión, se hizo referencia constante y reiterada a un factor fundamental: En muchos casos, la recompensa no merece asumir el riesgo.
“La gente no quiere oírlo, pero esa es la verdad”, expresa Leonard Ellerbe, CEO de Mayweather Promotions. “Se logran dar las grandes peleas cuando tienen sentido para ambas partes. Así es cómo se concretan. Y cuando tienen sentido para ambos, no hay que pensarlo mucho”.
“Hasta entonces, hacer esas cosas conlleva riesgos”.
Riesgo vs. Recompensa: la protección del ‘0’
El legendario fundador de la promotora Top Rank, Bob Arum, ha formado parte del mundo del boxeo por más de 50 años. A su criterio, la teoría de que los mejores no se enfrentan a los mejores tiene algo de mito.
No porque carezca de precisión. Sino porque la llamada era de los “Cuatro Reyes” (“Marvelous” Marvin Hagler, Roberto “Mano ‘e Piedra” Durán, Sugar Ray Leonard y Thomas Hearns) fue una anomalía en vez de una constante. Es probable que los Cuatro Reyes hayan nublado nuestra percepción a la hora de recordar la historia del pugilismo.
“Si un boxeador va a asumir el riesgo debe ser por una razón, por una recompensa”, afirma Arum. “Y si debe asumir un riesgo sin una recompensa tangible para él, pues no lo hará. Verás: eso es lo que la gente realmente olvida sobre este deporte”.
En la época de los combates de los Cuatro Reyes, el riesgo siempre se equiparaba con la recompensa. Había gran atención del público, bolsas económicas exorbitantes y el entendimiento de que una derrota no perjudicaría sustancialmente el resto de sus carreras. Ya eran boxeadores cotizados, cuyas peleas eran citas imprescindibles por televisión y en las arenas, con legiones de seguidores leales e interés a nivel nacional. En el boxeo de hoy, esto ocurre con menor frecuencia… al menos, a un lado de estla disciplina deportiva. Las principales boxeadoras femeninas del mundo (tales como Katie Taylor, Chantelle Cameron, Claressa Shields y Amanda Serrano) suelen asumir los combates de mayor magnitud.
Y del otro lado, tenemos el llamado “Efecto Mayweather”.
Floyd Mayweather, el púgil más importante de la generación pasada, se retiró con récord 50-0. Su combinación de destrezas en el ring y sentido de los negocios creó una mega estrella trascendental junto a lo que quizás sea una tendencia preocupante.
“De cierta forma, Floyd perjudicó este deporte con su récord invicto, y el invicto lo es todo”, comentó Devin Haney al comentarista de ESPN Ryan Clark en el podcast “The Pivot” antes de arriesgar su marca inmaculada en una defensa del campeonato indiscutido contra Vasiliy Lomachenko en mayo pasado. “Así que los chicos no quieren verse las caras. Desean mantener sus ceros”.
En 2006, Mayweather rechazó una bolsa récord para él de $8 millones por enfrentarse a Antonio Margarito para unificar el título del peso welter. En vez de chocar con Margarito, decidió comprarle su contrato a Top Rank por $750,000.
“Le hice una oferta tremenda”, indicó Arum a ESPN en aquel entonces. “Creo que, de todos los posibles rivales, Margarito es la pelea más arriesgada para él”.
Ellerbe respondió afirmando que Mayweather no se escondía de Margarito, el temido golpeador de volumen conocido como “El Tornado de Tijuana”. Sin embargo, la decisión jugó un papel fundamental para convertirlo en la estrella más lucrativa de la historia de los deportes de combate. Ese mismo año, Mayweather chocó con Carlos Baldomir a cambio de $8 millones, cediendo apenas dos puntos totales en las tarjetas para llevarse la decisión unánime.
Al año siguiente, específicamente en 2007, Mayweather se impuso a Óscar De La Hoya en un mega combate, la pelea que cambió su personalidad para pasar de ser “Pretty Boy Floyd” a “Money Mayweather”. Es un modelo que muchos han intentado emular en la actualidad; sin embargo, llegó con un costo asumido por el mundo del boxeo, en el que los pugilistas intentan emular la filosofía de Mayweather a la hora de elegir sus combates.
“Ahora se asemejan más a unas divas, donde todos quieren protegerse”, expresa Brad Goodman, agente de Top Rank y exaltado al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en junio pasado. “Todos quieren ser el boxeador en el lado 'A' de la ecuación…”
“Lo que estos chicos deben saber hoy en día es que una derrota no te define en realidad. Puedes volver a subir al cuadrilátero, sumar un triunfo o dos, y vuelves a ponerte en boga. Pero, estos chicos, solo quieren quedar invictos durante toda su carrera”.
Las promotoras no suelen trabajar juntas
La pelea entre Gervonta Davis y Ryan Garcia en abril pasado y la trilogía del peso completo entre Tyson Fury y Deontay Wilder demostraron que las promotoras pueden trabajar en conjunto.
Pero eso no suele ocurrir.
“Se reparten la culpa entre agentes, boxeadores, promotores, entidades empresariales”, indica Carl Moretti, vicepresidente de operaciones de Top Rank. “Todos pueden tener un pedazo del pastel de la culpa, si quieres ponerlo de esa forma”.
El negocio del boxeo ha interferido con la organización de grandes combates. Hay cuatro grandes promotoras con contratos firmados entre tres cadenas de televisión distintas, lo que ha creado esencialmente tres ligas de facto. En Estados Unidos, Top Rank está vinculada a ESPN, Matchroom y Golden Boy con DAZN y Premier Boxing Champions mantiene un pacto con Showtime. Eso ha permitido a las televisoras, tanto lineales como de streaming, mantener a sus estrellas dentro de sus respectivas plataformas, en sitios con los que el aficionado se siente familiarizado.
El presidente de la división deportiva de la cadena Showtime Stephen Espinoza comentó a ESPN en 2021 que los contratos de exclusividad entre promotoras y cadenas de televisión han dificultado sustancialmente la organización de grandes combates “porque todos tienen sus pequeños feudos, y no quieren cruzarlos”.
Si se va a organizar una pelea de alto nivel, las televisoras (que asumen gran parte de los gastos) deben generar suficientes ingresos que permitan el trabajo conjunto con una cadena rival. Casi siempre hay una primera reunión. La cosa se complica con lo que viene después… si es que pueden llegar a un acuerdo que les lleve a agendar una segunda reunión.
“Obviamente, todos quieren intentar ver cuánta ventaja pueden sacar en una pelea”, afirma el promotor Marvin Rodríguez. “Ahí es cuando las cosas suelen salir mal, porque la gente exige un poco más la segunda vez”.
Si se llega a una segunda ronda de discusiones, según Rodríguez, habrá la posibilidad de conseguir cierta ventaja, siempre y cuando exista cierta flexibilidad. Pero cada negociación se lleva su tiempo, lo que conduce a demoras y cuestionamientos con respecto a la posibilidad de alcanzar un pacto. La presión puede ayudar, si se hace a la vista del público.
“Son las cadenas de televisión, son las promotoras”, expresa Goodman. “Creo que, si todos pusieran sus egos a un lado e hicieran lo mejor para los boxeadores, y para lo que la gente quiere ver de verdad, creo que sería mucho mejor”.
“Pero no vivimos en un mundo perfecto. Evidentemente hay gente que, tú sabes, invierte un montón de dinero y tú invertiste un montón de dinero, y no quieres asumir esa apuesta”.
Existen varios ejemplos recientes de colaboración entre los grandes actores del boxeo. Los combates del peso completo Mike Tyson-Lennox Lewis de 2002 y Wladimir Klitschko-Anthony Joshua en 2017 fueron coproducciones entre HBO y Showtime vendidas a través del sistema de “Pago por Evento” (PPV). Los dos últimos choques de la trilogía Tyson Fury-Deontay Wilder de 2020 y 2021 fueron transmitidos en PPV en un esfuerzo conjunto entre ESPN y Fox. La mega pelea Davis-García fue distribuida por DAZN y Showtime en sus respectivas plataformas, con precios diferentes en cada cadena (DAZN ofreció descuentos a sus suscriptores).
Con tres cadenas de televisión distintas negociando con las grandes promotoras, el aspecto más complicado de toda la conversación podría ser que las ganancias tengan sentido para todos.
“Creo que uno de los retos recientes del mercado de los medios es entender si es positivo para este deporte que tengamos múltiples cadenas involucradas en el apoyo al boxeo y su distribución, cuando cada una de estas cadenas tienen contratos de exclusividad o cuasi exclusividad. De alguna forma, esto divide a la industria y dificulta mucho más organizar grandes peleas”, expresó Espinoza a ESPN en marzo pasado.
“Por una parte, me gustaría ver al boxeo en la mayor cantidad de cadenas televisivas posible. Por otro lado, si eso ocurre, si existen cada vez más acuerdos de exclusividad que debemos superar, eso dificulta un poco más las cosas en lo que respecta a la organización de peleas”.
Los detalles importan
Los eventos más importantes del boxeo mundial suelen incluir entradas espectaculares con fuegos artificiales, mariachis y actuaciones. Pero, tal y como ocurrió durante el regreso de Saúl “Canelo” Álvarez a México, eso causa que el boxeador de segundo nivel deba esperar… y esperar un poco más.
Cuando dos campeones se ven las caras en un combate de unificación de títulos, el tema de quién llegará de segundo al cuadrilátero puede convertirse en motivo de negociaciones feroces. O sea, otro obstáculo para sortear luego de que las partes acordaron los términos monetarios del evento.
“Si un boxeador hará un ingreso al ring de 30 minutos y el otro llegará en tres minutos, el que tardará tres minutos debe ir de último porque no debería tener que esperar en el cuadrilátero”, indica John Hornewer, abogado de Haney, Lomachenko, Oleksandr Usyk y otros pugilistas de renombre. “A veces es cuestión de sentido común, pero el sentido común no suele mandar en estos casos”.
No siempre se resuelven estas cuestiones accesorias. El orden en el que los boxeadores suben al ring es uno de múltiples aspectos para tener en cuenta. Al fin y al cabo, el principal punto de fricción durante las negociaciones suele ser la distribución de ingresos entre boxeadores. Esto incluye las estipulaciones para una tentativa revancha, que deben ser negociadas previas al primer combate.
A menudo el campeón suele tener el derecho exclusivo para ejercer la cláusula de revancha, como medida de protección económica considerando que el retador optaría por un título. Sin embargo, en el caso de Fury y Usyk, ambos púgiles eran campeones. Por ello, se estableció una cláusula bilateral de revancha. Alexander Krassyuk, promotor de Usyk, indicó que varias condiciones planteadas por Usyk eran “completamente irrespetuosas”.
“Especialmente, la asignación de boletos, los viajes, quién entraba primero, segundo. [El orden] cómo subían a la báscula… Minucias, tonterías”, recuerda el promotor Frank Warren. “Lo sorteamos todo, excepto por una cosa. Esa fue la revancha”.
Fury, reacio a incluir la cláusula de revancha, no estaba dispuesto a ceder en la distribución de la bolsa económica del segundo combate. Usyk afirmó que accedía a un 30% de los ingresos para enfrentarse a Fury el 29 de abril en Londres, pero después quiso el 70% de lo generado para pelear la revancha. Esto causó el colapso de las discusiones.
Según afirma Hornewer, en el caso de la súper pelea Mayweather-De La Hoya, Mayweather hizo concesiones a su rival en varios aspectos como guantes, pesos, etcétera. No valía la pena arriesgar la ruptura de las negociaciones con miras a una remuneración que superaba su tope anterior en más del triple. “Floyd tenía la seguridad en sí mismo de que lograría concretar la pelea”, afirma el letrado. “Se pudo haber caído por cualquier cosa”.
“Y, realmente, ese es el problema hoy en día… como lo que sucedió entre Tyson Fury y Usyk”.
Algunos temas rayan en la frivolidad extrema. Billy Joe Saunders amenazó con retirarse de su pelea de unificación del título supermediano contra “Canelo” Álvarez a menos que se extendiera la dimensión del cuadrilátero en dos pies a cada lado, lo que favorecería al ágil púgil zurdo. Álvarez accedió para mantener la pelea intacta.
Otros temas son más serios. El combate entre Mayweather y Manny Pacquiao se demoró seis años en concretarse luego que se rompieran las discusiones iniciales debido a diferencias relativas al protocolo de pruebas antidopaje, entre otros aspectos.
Asimismo, se debe definir quién será considerado como el boxeador “Categoría A” para la promotora, cuántos boletos recibirá cada púgil, la cantidad y calidad de habitaciones de hotel, ubicación y asignación de asientos aéreos, viáticos para cada equipo, gastos de entrenamiento… la lista sigue y sigue. Las negociaciones son delicadas y prácticamente cualquier detalle menor puede acabar con un combate.
Cuando Sergio Martínez se aprestaba a defender su título CMB del peso mediano contra Miguel Cotto en 2014, Cotto insistía en ser el púgil “Categoría A” y rebautizar el evento como Cotto-Martínez en vez de Martínez-Cotto, a pesar de que Martínez era el campeón. Martínez accedió a última hora y la pelea fue anunciada poco despues.
“Cuando una pelea se rompe por tonterías que no deberían importar, hay algo más que acaba con ella”, indica el promotor Lou DiBella. “No se rompe por estupideces así. Se rompe por el hecho de que alguien no quiere que ocurra”.
Las bolsas no dejan de aumentar
En 2015, Al Haymon lanzó la promotora PBC de la mano de múltiples cadenas de televisión, armado con un botín de $550 millones para sustentar su organización. Su colega de Matchroom Boxing Eddie Hearn incursionó en el mercado estadounidense dos años y medio después, amparado por cientos de millones de dólares producto de su contrato con DAZN.
A medida que nuevos actores ingresan en el mercado, el flujo de dinero que solía hacerse de un espacio para alterar la ecuación de este deporte también crea una desconexión entre las cantidades invertidas para organizar un combate y el dinero que éste puede generar.
“A veces, la remuneración a la que aspiran [los boxeadores] es irreal”, indica Moretti. “Y eso prohíbe que se concreten muchas peleas. La autoestima y el valor verdadero, entre lo que un boxeador cree que vale y los montos realmente disponibles, nunca se acercan del todo”.
La inyección de recursos económicos creó un mercado inflado artificialmente que el mundo del boxeo sigue buscando corregir ocho años después.
Luego de ganar $500,000 en una pelea, Julio César Chávez Jr. cobró $6 millones por un combate contra Daniel Jacobs en diciembre de 2019, según indican fuentes. Posteriormente, Hearn pagó cerca de $9 millones por una pelea sin títulos de por medio entre Mikey García y Jesse Vargas disputada pocos meses después, según indican fuentes. Ambas peleas estelares, transmitidas por DAZN, captaron el interés de los seguidores del boxeo, pero contaban con grandes favoritos de los apostadores.
En abril de 2019 Amir Khan, mucho después de aquellos tiempos en los que era atracción de primer nivel, cobró más de $5 millones luego de sufrir nocaut técnico por parte de Terence Crawford en un combate organizado por Top Rank y transmitido mediante el sistema de PPV por ESPN+, según indican fuentes.
Las ganancias económicas fueron buenas para los propios pugilistas, pero creó un problema: convencer a dichos peleadores que aceptaran una cantidad similar por enfrentamientos mucho más exigentes y ansiados por la afición.
“No me puedes pedir que haga garantías si no llega a alcanzar [ganancias] similares”, afirma Moretti. “¿Por qué alguien debe perder dinero y por qué no se debe remunerar a los boxeadores de forma justa? Todo depende de los ingresos y egresos. Es un negocio simple, cuando lo analizas bien”.
Para que las altas exigencias del boxeador sean cónsonas con un negocio rentable, los combates deben generar altas ventas en el sistema PPV, boletería o la combinación de ambos canales de ingresos.
Haney cobró $4 millones garantizados por su controversial victoria en las tarjetas sobre Lomachenko en mayo pasado. Shakur Stevenson, tentativo futuro rival de Haney, ganó más de $3 millones garantizados tras un poco notable combate contra el desconocido Shuichiro Yoshino en abril.
Después de la victoria de Haney, Stevenson saltó al ring para enfrentarlo. Es una pelea que los aficionados quieren ver, pero ¿podría generar las ganancias necesarias para convertirla en un emprendimiento suficientemente rentable?
“Si los boxeadores lo desean, creo que puede concretarse”, indica Haney. “Creo que, a veces las promotoras y representantes son culpados por las peleas que los boxeadores no quieren llevar a cabo”.
Si Top Rank quiere organizar un combate entre Haney y Stevenson este año, ¿cuánto dinero costará? ¿Y cuánto pagará el seguidor del boxeo para verla a través del sistema PPV?
“Asumimos riesgos, pero no somos apostadores”, comentó Arum al portal FightHype. “Asumir garantías tremendas para que esa pelea solo genere unos dólares, si tienes suerte… ¿para qué organizarla? Preferiría comprar un boleto e irme a ver la pelea”.
El venidero combate Spence-Crawford se producirá un año después de una ronda fallida de negociaciones.
Las partes se acercaban a concretar un pacto hasta que se cayó a último minuto. Crawford, que es agente libre de promotoras, terminó asumiendo una defensa rutinaria del título ante David Avanesyan en diciembre pasado. Según indican fuentes, Crawford ganó aproximadamente $10 millones por parte de la plataforma BLK Prime, una de las múltiples promotoras independientes que vienen y van en años recientes, pagando pilas de dinero para organizar eventos y después desaparecer.
En 2020, Teófimo López Jr. se hizo con la bolsa más lucrativa de su carrera ($1.35 millones) tras imponerse a Lomachenko. George Kambosos Jr., que venció a López, ganó muchos millones más por dos derrotas ante Haney en Australia, mientras que López cobró mucho menos por sus dos próximos combates.
Ahora, tanto López como Kambosos han vuelto a cobrar bolsas más cónsonas con las expectativas que mantienen sus promotores con miras a sus respectivas peleas veraniegas. López ganó $2.3 millones por su esperada pelea por el título contra Josh Taylor a principios de este mes, según indican fuentes.
Hornewer, apoderado jurídico de Mayweather por largo tiempo, indicó que el excampeón se dio cuenta que lo más importante para cada pelea era su potencial de mercadeo.
“Aquí tienes a un tipo que ganaría cientos de millones y volvería para cobrar $35, $40 millones”, indica Hornewer, “lo que es extraordinario [aunque] no se compara con lo que ganaba antes”.
¿A dónde vamos?
Si bien es cierto que tenemos múltiples ejemplos de cómo las distorsiones presentes en el panorama boxístico evitan la escenificación de grandes enfrentamientos, la historia reciente también nos muestra los caminos para que esta disciplina deportiva pueda producir los mejores combates.
Luego de varios años de especulaciones, Spence y Crawford se vieron las caras, sonriendo e intercambiando palabras. Fue un momento surrealista para quienes creyeron que ese combate nunca llegaría a ocurrir.
Durante la primera rueda de prensa, celebrada el 14 de junio en el Palladium Times Square de Nueva York, Spence y Crawford reconocieron la magnitud de lo sucedido aquella noche.
Spence, con gafas de montura negra y camisa blanca abotonada hasta el cuello, indicó que el enfrentamiento contra su archirrival es la clase de peleas que solía contarle su padre Errol Sr. Enfrentamientos históricos con figuras de la talla de Leonard, Hagler y Félix “Tito” Trinidad.
Sin embargo, para que esta venidera pelea para definir el campeonato indiscutido del peso welter llegara a concretarse, se requirió que ambos púgiles aseguraran su celebración.
“Finalmente, nos encontramos en un punto en el que yo y Terence Crawford tuvimos que ponernos al teléfono, conversar al respecto. Y ahora, por fin, está ocurriendo”, indicó Spence. “El mejor, peleando contra el mejor. Me siento como si fuera una pelea de los viejos tiempos”.
Spence se refería a las épocas cuando se escenificaban peleas históricas entre campeones legendarios. Los combates que elevaron el nivel de relevancia del boxeo, pasando de tener un reducido grupo de seguidores apasionados a captar audiencias a nivel global. Las personalidades del mundo del boxeo consultadas reconocieron la necesidad de crear los mejores enfrentamientos para satisfacer y hacer crecer la afición del boxeo.
El choque Spence-Crawford llegará tres meses después de la pelea entre Davis y García celebrada en Las Vegas y que le dio amplio protagonismo al boxeo entre los seguidores casuales de todo el mundo (aparte de generar $22.3 millones en ingresos por boletería).
Después de que el T-Mobile Arena quedara prácticamente desierto tras la victoria de Davis por nocaut técnico sobre García (pero antes de que el personal de mantenimiento cerrara las sillas plegables y recogiera la basura del piso del primer nivel con rastrillos) García tomó el micrófono sobre el cuadrilátero para reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir.
“Esto es lo que el boxeo necesita”, expresó García, mientras su traje deportivo negro Amiri reflejaba las luces del estadio. “Por eso, hice lo que tenía que hacer para escenificar este combate. Quiero que esto inspire a otros boxeadores para que suban juntos al ring. Vamos a hacer grandes peleas”.
“Ganemos o perdamos, estamos listos para pelear. Eso es lo único que importa”.