LA TAREA ERA simple: ponerse al día con Andy Ruiz Jr., pocos días antes del aniversario de su sorpresiva victoria sobre Anthony Joshua, ocurrida en junio pasado. Quizás revivir esa pelea, junto a la floja derrota a manos de Joshua en la revancha celebrada en diciembre. Un año bastante alocado, ¿cierto? Su incursión como primer campeón de los pesos completos oriundo de México y la pérdida de su título como moraleja parecían ser relatos casi simultáneos. Quizás, podíamos ver si Ruiz había logrado reconciliarse con los giros del azar en su trayectoria y conocer sus próximos pasos. Una labor bastante común.
Y después, se convirtió en un trabajo extraño.
Numerosas llamadas telefónicas sin devolver a su padre y mánager Andy Sr. David García, abogado de Andy, atendió dos de nuestras llamadas, nos dijo que se encontraba trotando y que volvería a llamar en ambas ocasiones. Jamás lo hizo. Un vocero de la promotora de Ruiz Premier Boxing Champions afirmó que no esperaba poder hacer contacto con el púgil; en fechas recientes, PBC había organizado un evento en Instagram Live para los seguidores de Ruiz y éste no apareció. Manny Robles, ex entrenador de Ruiz y quien fuera despedido en enero pasado por Andy Sr., dijo que la única comunicación que había recibido desde diciembre por parte de su expupilo fue un simple mensaje de texto.
Debemos aclarar lo siguiente: Ruiz no ha desaparecido. Ocasionalmente, el boxeador sube a las redes lo que sólo puede ser descrito como videos con pseudo-entrenamientos ("¿Cuántos crunches hasta lograr un abdomen de chocolatina?", se pregunta en uno de ellos) que no logran servir propósitos informativos ni inspiradores. Sin embargo, a pesar de que nos encontramos en medio de una pandemia global, este nivel de reclusión se sentía diferente. De repente y sin avisar, se había convertido en todo un misterio: ¿Qué le sucede a Andy Ruiz Jr.?
Le comenté a Robles, el hombre que guió a Ruiz hasta alcanzar su sorprendente título, que me encontraba en una búsqueda para saber qué había ocurrido con su antiguo boxeador.
"Si te enteras", respondió, "házmelo saber. Me estoy preguntando lo mismo".
LA MISMA FOTOGRAFÍA ilustró prácticamente todos los artículos relativos a la victoria de Ruiz sobre Joshua el 1 de junio de 2019. Ruiz y Robles se encuentran en medio del cuadrilátero del Madison Square Garden, abrazados. La cabeza de Ruiz está ligeramente inclinada, con un guante dorado elevado sobre su brazo izquierdo; con los ojos cerrados, mostrando un gesto que combina perplejidad y bendición, los cuales envuelven su rostro como si estuviera cayendo dentro de un hoyo. Robles, quien portaba una bandana con los colores de la bandera mexicana, se aferra ligeramente al formidable abdomen de Ruiz. Es un hombre de tamaño normal, que intenta asirse a un árbol en medio de una tormenta. Al fondo de la imagen, Joshua se mantiene en su esquina, con los brazos alzados, su rostro convertido un mar de confusión.
Esa misma noche, en una suite de un hotel de Nueva York, el Equipo Ruiz celebró la victoria. "Por supuesto que lloramos", expresa Robles. "Cantamos, gritamos y nos abrazamos". Andy estaba sentado en un sofá, con un gesto de estupefacción en su rostro, diciendo una y otra vez: "Maldición, no puedo creer que haya ganado". Hubo un momento en el cual Andy Sr. hizo un anuncio: "Este será nuestro equipo por siempre y conquistaremos el mundo".
Todo parecía posible. La victoria sobre Joshua (quien tiene una contextura digna para servir de modelo en una foto para ilustrar la forma perfecta del ser humano, aportando un conveniente giro a la trama) parecía ser producto de la alquimia. Ruiz se había revelado como repositorio de talentos escondidos: A pesar de su perímetro abdominal, sus manos son increíblemente veloces y sus pies saben moverse con elegancia. Cuando logra combinar todos esos factores de manera coordinada, cuando controla el cuadrilátero como si lo hubiese diseñado él mismo, crea la impresión de ser un barril danzante.
La historia de Ruiz era la mejor del mundo deportivo y su relato crecía a medida que desprendíamos sus capas. Meses antes de convertirse en campeón, Ruiz se sentía pesimista y descontento con su carrera; fue desalojado de su apartamento en Norwalk, ubicado cerca del gimnasio de Robles en el Sur de California. Se encontraba fuera de forma y sufría de sobrepeso severo, a pocos pasos de renunciar al boxeo.
Y entonces, en una serie de eventos caleidoscópicos, se mudó con Alonso Flores, chef que regularmente presta alojamiento a los púgiles de Robles. Renunció a la promotora Top Rank y firmó con PBC, la empresa de Haymon. Se puso en forma y se impuso a Alexander Dimitrenko. Nueve semanas después (cantidad de tiempo insuficiente para quedar fuera de forma física, debemos apuntar), derribó a Joshua en el Madison Square Garden para saltar a los brazos de Robles en mitad del cuadrilátero.
Incluso en su mejor momento, Ruiz parecía encontrarse fuera de sitio. El boxeador posee una especie de encanto sin arte: un rostro redondo como un pastel de cumpleaños; una voz suave, casi balbuceante, que parece pertenecer a un cuerpo diferente; con la cantidad de timidez suficiente para hacerse querer.
"Te hacía creer que no tenías que contar con un aspecto físico como el de Anthony Joshua", afirma Robles. "(La mayoría de nosotros) tenemos más cosas en común con Andy. Lo miramos a él y parece que nos viéramos al espejo".
Ruiz se convirtió en el primer campeón de los pesos completos oriundo de México. Su terruño natal, la pequeña población fronteriza de Imperial, que colinda con California, organizó un desfile en su honor. Viajó hasta la Ciudad de México para reunirse con Andrés Manuel López Obrador, presidente de ese país. Fue invitado al programa de Jimmy Kimmel en la cadena ABC. Se encontró en la improbable posición de verse acosado en sitios públicos, dondequiera que fuera. Se suponía que Ruiz tomaría un mes de descanso antes de volver al gimnasio y entrenar con miras a la revancha. Terminó ausentándose por tres meses. "Simplemente, renunció y dejó de practicarlo, eso creo", afirma Robles. "Desde el 1º de junio, día cuando venció a Joshua, no tuve al mismo boxeador conmigo".
LA HISTORIA DEL auge y caída de Ruiz en cuestión de apenas seis meses no es única del boxeo, pero parece ser notablemente específica de la disciplina pugilística. Durante la primera década de su carrera como profesional, Ruiz se enfrentó en mayor medida a peleadores de nivel promedio, luchando por mantener su peso bajo control. Y entonces, en un breve periodo de tiempo, ganó cerca de $20 millones. Las puertas se abrieron. El tímido chico regordete (el menos favorito durante toda su vida), quien fuera objeto de acoso escolar en su niñez se encontró, súbitamente, rodeado de admiradores. Ruiz adquirió una mansión en San Diego y un Rolls Royce, todo ello con un dinero ganado legítimamente. Volvió a caer en sus malos hábitos nutricionales, y comenzó a tratar sus visitas al gimnasio como estrictamente opcionales. La ética de trabajo se atrofió. Esto no es nada nuevo: Es frecuente ver a los ganadores de lotería renunciar a sus empleos. Asimismo, un buen porcentaje de ellos cae en la bancarrota.
"Yo tenía el control cuando él se encontraba allí [en la residencia de Flores]", dice Robles. "Puedo presentarme en la pista, pero si él no está ahí, ¿qué puedo hacer? A veces, la gente dice: 'Es tu boxeador, ¿cómo es posible que no tenga disciplina?' Oye, soy su entrenador, no su padre".
Cuando se hizo evidente que Ruiz tenía serias intenciones con respecto a su entrenamiento, Robles mudó su campamento a la Ciudad de México por espacio de un mes, con el fin de distanciar al púgil de sus familiares y de aquellos que Robles denomina "sus nuevos amigos". Le arengó, hablándole sobre la responsabilidad de Ruiz como primer campeón mexicano de los pesos completos. Apeló a su orgullo. Nada funcionó.
"Siempre intentaba que él viera el panorama más amplio", expresa Robles. "Le decía: 'Necesitas ser un modelo positivo para todos los chicos que te admiran'". Al ver que sus súplicas caían en oídos sordos, Robles cambió su filosofía para tratar a Robles. "Si lo que te motiva es el dinero", le dijo a Ruiz, "pues vamos a ganar dinero. Pero tienes que trabajar duro. La plata está allí, si eso es lo que te motiva".
Robles toma una pausa y emite un gruñido que parece venir del dolor. "Eso tampoco funcionó", afirma. "Aparentemente, se sentía conforme. Parecía decir: 'Sé que voy a ganar esta cantidad de dinero por la pelea y está bien'".
"Me sigo rascando la cabeza. No puedo entender nada de esto. Eres el primer campeón de los pesos pesados oriundo de México, ¿cierto? Tienes la oportunidad de reunirte con el presidente de México, ¿cierto? ¿Qué otra motivación necesitas, aparte de la responsabilidad que tienes con el pueblo de México... y realmente, con todo el mundo? Porque esto repercutió, más allá de ser el primer campeón mexicano. Esto trascendió fronteras y conectó con gente de todo el mundo. Él hizo que la gente fuera capaz de creer. Se convirtió en la noticia positiva del año. Hice todo lo que pude con el fin de convencerle de ver el panorama amplio y dejara un legado, pero no todo el mundo tiene el mismo impulso o las mismas prioridades".
Ruiz pesó 268 libras en su primera pelea y seis meses después la báscula marcó 283, previo a la revancha disputada en Riad, Arabia Saudita. Nadie sabe con certeza cuál es el peso ideal de Ruiz para una pelea (Flores, el chef, sugiere un rango entre 250 y 255 libras), pero existe un consenso universal de que dicho peso ideal se encuentra lejos de las 283 libras. Esas 15 libras extras acumuladas entre junio y diciembre parecieron congregarse en el mismo sitio. Su panza, que siempre ha sido la característica más prominente de su cuerpo, comenzó a bailar alrededor de sus caderas, como si fuera agua rebosando una tina. Pudo resistir los 12 rounds, pero jamás representó seria amenaza.
Flores esperó a que Ruiz dejara el cuadrilátero, mientras los escoltas apartaron al resto del equipo hasta llevarlos al vestidor. Cuando Ruiz lo vio, le abrazó y dijo: "Lo siento, hombre. Decepcioné a la gente". En un marcado contraste con lo vivido en aquella noche de celebración en Nueva York, Ruiz se sentó con expresiones tristes en su rostro, ubicado detrás del podio en su rueda de prensa post-pelea, admitiendo no haber entrenado apropiadamente. Pidió disculpas a su equipo y promotores. Rogó se le diera la oportunidad de un tercer combate.
"Fue tan difícil para mí estar ahí sentado", expresa Robles, quien piensa que Ruiz debió limitarse a felicitar a Joshua y abandonar el escenario. Imita a Ruiz, adoptando un tono de llanto: "'No entrené. No me preparé'. La forma como él lo manejó fue vergonzosa".
Un mes después, Andy Ruiz Sr. pidió una reunión con Robles. El equipo no permanecería junto; no iba a conquistar al mundo.
"Sabía lo que vendría", afirma Robles. "Necesitaban de un villano. Pero seré honesto contigo: Ahora, me siento mejor. No quiero formar parte de algo así. Quiero poder dormir por las noches. Tenía mucho estrés: con el papá, con David (García), con Andy. No vale la pena poner en juego mi salud".
¿Quedará Ruiz perdido en la historia, convertido en otro "te acuerdas de", junto a tantos otros que terminaron acumulando polvo en los anales del boxeo? A través del teléfono, escuchamos los suspiros de Robles. "Solo le deseo lo mejor a Andy", afirma. "Quiero verle tener éxito. Él me importa. ¿Cómo no me va a importar? Hicimos historia juntos. Creí en él, y sigo creyendo en él... Simplemente, no sé que le pasa. Me preocupo por él... totalmente. Sé que el dinero no lo es todo y no quiero verle terminar en un sitio oscuro".
Robles les dice a sus púgiles: "Recuerda de dónde provienes"; pero esta frase no tiene la intención de dar una imagen de lealtad a aquellos con quienes se cruzaron en sus caminos a la fama. "El momento cuando te olvidas de dónde viniste, pierdes la dirección", expresa. "¿Cómo sabes hacia dónde te diriges si olvidas los sitios donde has estado?"
LA LLAMADA TELEFÓNICA despertó el interés de Teddy Atlas. ¿Entrenar a Andy Ruiz Jr.? La idea era tentadora. "Si estuviera en mejor forma física, sería el mejor maldito peleador de pesos completos del mundo", expresa Atlas. "Vencería a todo el mundo". Estaba tan seguro de ello, que el mismo hombre que solía entrenar a Mike Tyson y que actualmente elige sus pupilos con el máximo cuidado, se sentía interesado.
No obstante, Atlas quería que todos los participantes de la conversación telefónica (Ruiz, su padre, García) entendieran que habían condiciones. Atlas, quien funge como comentarista para ESPN, requería que Ruiz viajara a Nueva York para entrenar en su gimnasio durante una semana, con el fin de decidir si ambos eran compatibles. Asimismo, Ruiz también tendría que internarse en un centro para la pérdida de peso porque, tal como afirma Atlas, "si ustedes solo me quieren para perder peso, pues mejor llamen a Jenny Craig [empresa estadounidense especializada en nutrición y dietas]".
Atlas advirtió al equipo de Ruiz que éste no había accedido aún a entrenarle y ambas partes accedieron a sostener una conversación telefónica posterior para ratificar los detalles de su relación. Mientras tanto, Atlas estudió videos de las peleas de Ruiz y preparó una lista de ocho páginas con sugerencias para ayudar a que el púgil volviera al primer nivel. Procedió a esperar la llamada telefónica.
"Puedo hacer que un hombre pierda 30 libras de peso con los ojos cerrados, pero él necesita asegurarse de que se convierta en condición de vida", expresa Atlas. "Pienso que (Ruiz) está debilitándose a sí mismo gracias a su peso. Todo gira en torno a su relación con la alimentación, del por qué depende de la comida y cómo la utiliza en ocasiones para esconderse de algo. Si eres un hombre pesado, nadie espera que ganes, así que te proteges un poco. Es una excusa que se esconde a nivel del subconsciente".
No se produjo una segunda llamada con el Equipo Ruiz y no hubo un viaje a Nueva York con el objetivo de juzgar niveles de compatibilidad. Un amigo íntimo de Atlas afirma: "Creo que Teddy sólo quería ver si [Ruiz] era capaz de meter su trasero en un avión". Atlas desconoce si Ruiz se sintió insultado por sus exigencias o simplemente no tuvo interés en satisfacerlas. El legendario entrenador no tuvo la oportunidad de compartir su lista de sugerencias de ocho páginas con Ruiz y su equipo. Nunca pudo decirles que él no creía que la victoria contra Joshua fuera sostenible y que (en palabras de Atlas) "parecía algo temporal. No parecía haber llegado a ella gracias a una buena preparación y disposición de permanecer a ese nivel". Nunca pudo describir los motivos que tenía para que Ruiz ingresara a una clínica para la pérdida de peso.
"Potencialmente, va a tener un final triste", afirma Atlas. "Y tengo cuidado con mis ideas con respecto a cosas así. Espero equivocarme".
TRAS HABER TRANSCURRIDO más de un mes desde mi primer contacto con el equipo de Ruiz y solo después de haberle dado a García una fecha límite firme, enfatizando la necesidad de incluir la voz de Andy (o de alguien cercano a él), se organizó una llamada con Andy Ruiz Sr. El padre del boxeador afirmó que Andy se encuentra disfrutando de la vida junto a sus cinco hijos y entrenando en casa. Han pasado aproximadamente seis meses sin entrenamiento formal, pero Ruiz se encuentra casi listo para trabajar con su nuevo entrenador Eddy Reynoso, quien también labora con Saúl "Canelo" Álvarez. La idea es pelear contra Chris Arreola (quien no figura en la lista de 10 principales contendores al título de los pesos completos de la revista especializada The Ring) en noviembre próximo.
"Andy es la misma persona de siempre", afirma su padre. "Jamás se ha estresado por el dinero, porque siempre he apoyado a Andy. Él conducía un Hemi Charger modelo 2006 y ahora conduce un Rolls Royce, pero es la misma persona de siempre".
Le pregunto por qué Andy se ha mostrado tan callado recientemente, en un momento en el que cuenta con un nuevo entrenador y supuestamente cuenta con una nueva mentalidad de trabajo. ¿No tendría sentido para él hacerse más público, mientras intenta rehabilitar su imagen y su carrera? Su padre expresa que una parte del problema enfrentado por su hijo tras convertirse en campeón fue "demasiada publicidad". Y la ruptura con Robles no fue "nada personal", solo una exigencia producto de la falta de comunicación entre púgil y entrenador.
"Pienso que Manny debió haber sido más estricto con Andy", afirma Ruiz Sr. "No debió tratarse de lo que el boxeador desea. No puedes permitir que ellos se impongan sobre ti. Las cosas tienen que ser así: 'Vamos a hacer esto y esta es la manera de hacerlo'. Manny aprendió algo y nosotros también aprendimos. Eddy Reynoso va a decir: 'Esta es la forma en la cual entrenaremos, te guste o no'. Eso era lo que Manny necesitaba hacer".
Robles expresa: "Yo no me rendí con Andy. Él se rindió consigo mismo".
Durante la conversación telefónica con Ruiz Sr., mencioné las frustraciones que Robles sentía con Andy, un profesional de 30 años, y la afirmación del entrenador de que no puede trabajar con un púgil que no acude al gimnasio.
"¿Cómo podría definir la responsabilidad de Andy en todo esto?", le pregunto.
Espero por una respuesta que jamás se produce. La llamada se cae. Los intentos siguientes de restablecer contacto caen de inmediato al buzón de voz. El buzón estaba lleno.
EN DICIEMBRE PASADO, dos días después de que Ruiz perdiera su faja, un reportero del portal TMZ le entrevistó mientras el boxeador pasaba por el área de reclamo de equipajes del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, tras su regreso de Arabia Saudita. El reportero muestra un comportamiento clásico del género tabloide: llenó de elogios a Ruiz, mientras le persuadía a responder preguntas con respecto a su falta de entrenamiento. Es una clase maestra en técnicas de manipulación pasivo-agresiva.
"Le pudo haber sucedido a cualquiera", expresó Ruiz. "Sabes, me estaba divirtiendo mucho... Celebrando demasiado, unas cervezas Corona de más".
En este momento, el entrevistador se ríe a carcajadas y Ruiz se le une, creyendo firmemente que había conseguido a alguien que (finalmente) entendía su situación. "¿Cuál era tu platillo favorito mientras entrenabas?", preguntó el reportero.
"Oh, creo que comí un poco de todo", responde Ruiz y es allí cuando las risas del reportero, similares a las de una hiena, cobran velocidad. Flores se ubica detrás del hombro de derecho de Ruiz, con un gesto en su rostro que indicaba sus reservas con respecto a la pertinencia de esta entrevista en particular.
Ruiz no se inmuta y sigue respondiendo.
"A pesar de haber estado fuera de forma, a pesar de la forma en la que entrené, pues me fue bastante bien, hombre", dice el boxeador. "Me fue bastante bien".
El entrevistador concuerda, mostrando un vigor que pocas veces se ve en las interacciones humanas. "Eres una leyenda", le dice el reportero de TMZ a Ruiz, quien sonríe y asiente, mientras cruza la puerta para encontrarse con una camioneta suburbana de color negro. Un hombre vestido de traje negro le espera con la puerta abierta, para dirigir a Andy a su destino, cualquiera que éste sea.