Se autodefine como una apasionada del boxeo. De su técnica. De su estrategia. Y de esa adrenalina especial que corre por sus venas en cada minuto de descanso: cuando hay que atender al boxeador, alentarlo, hacerle ver lo que él no percibe y corregir lo que no está haciendo bien.
Se suma lo de solucionar un corte, o reanimar al pupilo si no está bien o de calmarlo si la cercanía del nocaut lo hace olvidar la prudencia.
Todo en un minuto.
No conocemos muchas mujeres que ingresen al ring a dar las instrucciones. Una de ellas es Gloria Alvarado, que supo trabajar con Yokasta Valle. De todas formas, cada día son más las que colaboran en las esquinas y, por supuesto, entrenando boxeadores y boxeadoras...
Karen Rojas sube al ring y da las instrucciones. Y, cuando le hablamos de ese minuto de descanso en donde hay tanto que resolver, sintetiza todo con una vieja frase: “Lo que no se practica en el gimnasio no se puede ejecutar en pelea”.
Karen Rojas comenzó a concurrir a los gimnasios allá por el 2003, cuando andaba por los 14 años, en Lomas del Mirador.
Como le confesó al colega Avelino Zurro, del blog “En el deporte tengo todo”, Karen tuvo la oportunidad de trabajar junto a Juan Ledesma, de quien mucho aprendió durante cuatro años. También trabajó en Hurlingham con Héctor Adamoli, hasta que con el tiempo pasó a trabajar por su cuenta.
Hoy está en el Club Sáenz Peña, en el barrio del mismo nombre, en avenida Beiró y General Paz, mientras se termina de remodelar el Polideportivo Carlos Gardel.
“Hace dos años que estamos acá. Los preparadores físicos son Andrés Villaruel y Federico Golabek. Además, hacemos la preparación física en el gimnasio Vikings, de Morón”.
Karen Rojas se recibió en la Escuela de la Federación Argentina de Box en 2007. “Egresó de nuestra escuela con excelente puntaje”, define el doctor Luis Doffi, presidente de la Federación Argentina.
Es jueza amateur y directora técnica hasta que decidió quedarse en este último rol de técnica, sin duda el más apasionante.
Hoy, en su escuela Roka Box, Salmos 18:2, siente que está acercándose a sus sueños de ser no solamente técnica o entrenadora, sino también voz cantante en el rincón.
Aunque detrás de ello, está también su condición de creyente en Dios, como fiel integrante de las iglesia “El Taller del Maestro”, de avenida Crovara al 1800, Villa Madero. De hecho, en el nombre de su escuela, Salmos 18:2 se identifica con el texto que dice en su frase inicial: “Jehová, roca mía y baluarte mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en quien me refugio”
Para ella el boxeo es también un camino lleno de posibilidades de rescatar a chicos de la calle, buscando algo más que a campeones en el ring, sino también en la vida. “Y eso es lo que más me motiva. Y mucho de ello tiene que ver justamente, con Dylan”.
Dylan Barreto, un chico de 23 años, suma más de cuarenta peleas como aficionado y dos de profesional. Anduvo ya dos veces por Brasil en campeonatos organizados por el WBC, en los que llegó a finalista (“Y muy bien hubiera sido campeón, salvo por algunos de esos fallos que ya conocemos los que estamos en esto”, afirma).
Participó Barreto cuatro veces en la Liga Metropolitana en los 60 kilos y también en los 64. “Junto a gente del boxeo como El Maestro Puente, Fernando Albelo, el Toro Marcelo Domínguez o Marcos Arienti, uno va creciendo como técnica y los chicos como boxeadores”, afirma.
Cuando tomó a Barreto, este tenía once años, y una vida complicada. Familia numerosa, carencias no solamente económicas… La historia del joven que, a través del boxeo, busca encontrar un camino de redención. De ahí que en su pantalón se menciona Filipenses 4:13, “Todo lo puedo en Cristo”.
El 21 de septiembre en una reunión de Boxeo Promocional de la Federación Argentina, Dylan Barreto le ganó por puntos en gran pelea a Mariano Pérez (2-1) en la división super pluma. De esa forma quedó con una ganada y una perdida. Y con todo el boxeo por delante. “No siempre se gana, perder es parte de la experiencia, pero para los chicos, sufrir una derrota es un golpe y hay que saber aconsejarlos, para que no bajen los brazos. Dylan tiene muchísimo por dar”, afirma.
“Trabajo por las noches en el laboratorio del Hospital Posadas y luego, en mi labor en el gimnasio, puedo volcar mi cariño por el boxeo, trabajamos técnica a la mañana, hacemos preparación física a la tarde y también sparrings”, afirma.
“Hacemos cruces con diferentes gimnasios, que son bastantes, nos ayudamos entre todos. Cualquiera que esté en el boxeo sabe de la importancia de hacer guantes con distintos sparrings, para cruzar estilos, mejorar y aprender: en la variedad está el aprendizaje”.
Admite que le hubiera gustado ver a Nicolino Locche y entrenarlo. “Me gusta mucho eso de pegar sin dejarse pegar, Nicolino era extraordinario. No habrá ninguno igual, ese boxeo técnicamente tan rico es lo que más me atrae”.
Acepta que no es sencillo el aspecto económico. “Por suerte, nos dan una mano gente amiga como Carnes Basty, logística TM y hasta una heladería, Sorrento, de Lomas del Mirador. Todo es todo a pulmón, alentados por el entusiasmo de seguir creciendo”.
Cuando se hizo la primera pelea entre Marcos “Chino” Maidana y Floyd Mayweather, aprovechó no solo para ver el combate, sino que pasó más de dos semanas junto a ellos, para aprender sobre todo de Robert García, quien le abrió sus puertas. “Fue toda una fiesta para mí, desde estar en Las Vegas hasta respirar boxeo todo el tiempo y aprender, aprender mucho, que de eso se trata”.
“Siento que Dios me guía y me ayuda, a través del boxeo para ayudar a los jóvenes y eso le da un sentido diferente a mi existir”, afirma. Y así, trabaja todos los días hasta que llega ese mágico momento del minuto de descanso, en donde hay que resolver todo lo que se trabajó en un gimnasio. Una adrenalina incomparable, única, vital.