Días después que Monte-Carlo lo viera con la corona de Príncipe, la ciudad de Roma le tenía preparado el título de Emperador allá por 2005. Con una final que difícilmente pase desapercibida, Rafael Nadal superó a Guillermo Coria por 6-4, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6 (8-6), en 5 horas y 14 minutos que convirtieron a ese partido en el más extenso de la historia del Abierto de Italia.
Coria, de 23 años, volaba. Flotaba. Ocupaba el puesto 11° del ranking y era quizás el mejor jugador del momento sobre polvo de ladrillo, más allá de la final perdida casi un año atrás, ante Gastón Gaudio en Roland Garros.
Nadal, que era el número 1 del mundo, días atrás le había ganado en el Principado y comenzaba una recta sin curvas pronunciadas de éxitos. Camino al título superó a Mikhail Youzhny, Victor Hanescu, Guillermo Cañas, Radek Stepanek y David Ferrer.
Pero ese 8 de mayo de 2005 sería una piedra fundacional en su carrera: "Evidentemente, el partido de Roma contra Coria es de los especiales que he jugado". Tenía apenas 18 años y aún no había ganado ninguno de sus 14 Roland Garros.
El español sumaba su tercer torneo consecutivo (Monte-Carlo, Barcelona y Roma), su quinto del año (Brasil y Acapulco), reconoció que en su remontada del último set "tuvo gran importancia" la gente: "Le debo el triunfo al público, pues cuando iba perdiendo por 0-3 en el quinto set, me levantó con sus ánimos. Se lo agradezco, pues me hizo ir hacía arriba".
Los otros triunfos que marcaron a Rafa quizás fueron: Wimbledon 2008 (ante Roger Federer), Australia 2009 (también ante el suizo), Roland Garros 2010 (ante Robin Soderling), US Open 2010 (Novak Djokovic), US Open 2013 (también ante el serbio) y Roland Garros 2017 (ante Stan Wawrinka). Todos como esa interminable batalla tenística. La primera.
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