Nicolás Jarry (54° del ranking) está soñando despierto. El chileno se consagró campeón del ATP 250 de Ginebra tras derrotar a Grigor Dimitrov en la final por 7-6 (1) y 6-1 y levantó su segundo trofeo en lo que ya es la mejor temporada de su carrera. Sin embargo, detrás de este gran presente, hay un pasado de reconstrucción, resiliencia y superación personal.
El 14 de enero del 2020 fue, es y será un día inolvidable en la vida y carrera de Jarry. Aquella mañana se dio a conocer que el tenista chileno había sido suspendido provisionalmente de conformidad con el Programa Antidopaje de Tenis. El 19 de noviembre de 2019, proporcionó una muestra de orina cuando estaba representando a su país en las Finales de la Copa Davis, celebradas en Madrid, en aquel año. El análisis arrojó la presencia de ligandrol y estanozolol, dos sustancias prohibidas.
¿Qué fue lo que sucedió? Jarry había ingerido vitaminas (algo normal en los tenistas) que ya estaban contaminadas desde los laboratorios que las producían. Es un hecho que él nunca tuvo intención de sacar alguna ventaja deportiva. La ITF reconoció su inocencia; sin embargo, según las reglas del organismo, el tenista es el responsable final de todo lo que ingiere y, por lo tanto, fue suspendido por once meses sin poder jugar.
El 19 de octubre de 2020, se quedó oficialmente sin puntos en el ranking ATP. Su carrera, que estaba en constante ascenso, quedó truncada y tuvo que volver al punto cero. El 23 de noviembre de 2020 volvió a competir oficialmente y, cuatro meses más tarde, en febrero de 2021, ganó nuevamente un partido.
En abril de aquel año ganó el Challenger de Salinas, en Ecuador, tras derrotar al colombiano Nicolás Mejía en la final. Aquel torneo fue bisagra para demostrarse a sí mismo que su tenis nunca se fue. Entre 2021 y 2022 alternó buenos y malos resultados entre algunos torneos ATP y, sobre todo, una fuerte presencia en los torneos Challengers.
Con un ascenso progresivo en su ranking, comenzó el 2023 como el 152° del mundo. En tan solo dos meses de temporada, ascendió ¡100 puestos! para depositarse en el N°52 y dio el despegue definitivo hacía la elite del tenis. Comenzó el año en el Abierto de Australia y, llegando desde la clasificación, cerró una muy buena performance (perdió en segunda ronda ante Ben Shelton). Luego, en la gira sudamericana, se metió en las semifinales en el ATP 500 de Río de Janeiro (le jugó de igual a igual a Carlos Alcaraz, N°2, y perdió en tres sets). Posteriormente, en Chile, consiguió el segundo título ATP de su carrera (ya había ganado el ATP 250 de Bastad en 2019).
Tras aquel logro, estuvo inactivo durante el mes de marzo (no pudo participar en Indian Wells y Miami por el ránking que registraba durante el proceso de entrada al certamen) y recién regresó para competir en Marrakech (1ra ronda), Monte-Carlo (3ra ronda), Barcelona (2da ronda), Madrid (1ra ronda) y Roma (1ra ronda).
De esta manera llegaba con un récord de 13-7 a nivel ATP para competir en el certamen de Ginebra. Sin embargo, a pesar de no estar entre los ocho mejores preclasificados del certamen, logró dar la gran sorpresa y quedarse con la copa. En el camino al título, eliminó a: Dusan Lajovic, Tallon Griekspoor (W/O), Casper Ruud, Alexander Zverev y el mencionado Dimitrov en la final.
Después de iniciar la temporada fuera del Top 150, a partir de la próxima actualización del ranking Nico Jarry estará ubicado en su mejor posición histórica: N°35. De esta manera seguirá siendo, por un tiempo más, la mejor raqueta chilena de la actualidad.