El 4 de agosto de 1957, el mito viviente que era Juan Manuel Fangio recibió el ascenso definitivo a leyenda. Ese día, el Chueco logró un épico triunfo en el GP de Alemania que quedó marcado con tinta indeleble en los libros de historia de la Fórmula 1. El inolvidable éxito del argentino en la sexta fecha del octavo ejercicio del joven Mundial fue su último en la categoría y le sirvió para sellar su quinto título, que le daría por siempre el apodo de Quíntuple.
A los 46 años, la carrera deportiva del balcarceño se acercaba a su colofón. Tras arrasar con Mercedes-Benz en los torneos de 1954 y 1955, Fangio debió buscar otro equipo para 1956 tras la salida de toda competencia deportiva al cierre de 1955 tras la Tragedia de Le Mans (un auto de la marca alemana terminó en una tribuna, con un saldo de 84 muertos). El Chueco recaló en Ferrari y ganó la corona del 56, pero su relación con Enzo Ferrari jamás llegó a estar ni cerca de ser buena. Ya grande y los últimos estertores de su mágica campaña, el argentino fue por más en 1957 con Maserati.
Fangio arrancó el año con victoria en la Argentina y repetiría en Mónaco y en Francia. Tras el abandono en el GP de Gran Bretaña por problemas de motor, llegó al Nordschleife de Nürburgring con la posibilidad de sentenciar el título. El Infierno Verde, como lo apodó Jackie Stewart, era una de las pistas favoritas del argentino. El desafío era inmenso: 22.810 metros de extensión, con 174 curvas, algunas que se realizaban (y realizan) a una velocidad altísima, y pendientes que despegaban del suelo a los autos.
El piloto de Maserati arrancó con todo el fin de semana al lograr la pole position en 9m25s6, 2s8 más rápido que el inglés Mike Hawthorn de Ferrari. Fangio perdió la punta en la largada, que quedó en manos de Hawthorn. El Chueco recuperó la cima en el tercer giro y comenzó a abrir una enorme brecha. La diferencia era fundamental por un dato para nada menor: Fangio debía parar en boxes a cambiar neumáticos porque sus Pirelli, de un compuesto más blando, no podrían aguantar los 501,820 kilómetros de extensión de la carrera. En cambio, los cubiertas Englebert, más duras, que calzaban las Ferrari sí soportarían.
Fangio logró una luz de 30 segundos, suficiente para poder volver adelante, porque era lo que habían demorado los mecánicos de Maserati en las prácticas previas a la carrera. Pero… “No sé qué sucedió en los boxes, porque cuando salí de nuevo a pista había perdido esos 30 segundos y otros 48”, contaría el argentino tiempo después. Fangio quedó tercero, detrás de las dos máquinas de la Scuderia, en la 12ª de las 22 vueltas pactadas. El triunfo se apoyaba casi exclusivamente en la quimera de un doble problema en Ferrari. Sin embargo, salió a relucir la mejor versión de Fangio.
La distancia con el líder era de 51 segundos. En mi cabeza siempre pensaba que podía ganar la carrera, pero esta carrera estaba casi perdida para mí, así que tuve que arriesgarme, y eso es algo que nunca antes había hecho en mi vida. Entonces, comencé a cambiar de usar la cuarta marcha a la quinta, y a empujar más fuerte usando los engranajes más largos. Pensé que hacerlo una vez estaba bien, que podía tomar una curva igual con una velocidad mayor a lo normal, pero sería una locura hacer eso en dos. Tomé la decisión correcta. Si en una curva estaba usando la segunda marcha, entonces pasé a tercera. Cuando era tercera, usé cuarta, y entonces el auto iba mejor en las curvas”, contó Fangio.
El Chueco comenzó a bajar el record de vuelta en cada giro. Lo hizo en el 15, 16 y 17. En la 17ª vuelta ya había reducido la diferencia a 25 segundos. “Había un mayor riesgo, porque era mucho menos seguro, pero iba más rápido. Y luego, en una de las bajadas, vi a los otros dos autos; estaban uno detrás del otro y solo faltaban dos vueltas. Ese fue el primer momento en que realmente pensé que podría ir por ellos”, rememoraría el Quíntuple.
En la 21ª y penúltima vuelta había logrado algo que parecía imposible: lideraba. Sí, había superado, primero a Peter Collins, y luego a Hawthorn para terminar logrando un triunfo alucinante. “Si no me corría, el viejo diablo me pasaba por arriba”, dijo Hawthorn. Fangio venció por 3s1 sobre la Ferrari número 8 de inglés y se aseguró su quinto título. Aquel éxito fue el 24º y último de Fangio en la Fórmula 1.
“Nunca pensé que podría ganar esta carrera, pero me arriesgué por primera vez en mi vida. Fue mi última victoria en un Gran Premio. Al año siguiente tomé la decisión de retirarme: me estaba haciendo viejo. La gente piensa que me retiré porque Luigi Musso falleció en Reims, pero no fue así. Vi el accidente, estaba justo frente a mí cuando se estrelló, pero no sabía que había muerto. Pero mientras conducía en esa carrera comencé a pensar, ¿qué estoy haciendo? Vine a Europa para competir durante un año. Nunca pensé que iba a ganar carreras, y tengo 10 años corriendo y gané cinco campeonatos mundiales. ¿Qué estoy buscando?”, dijo el Chueco, quien tras el GP de Francia de 1958 se retiraría del automovilismo. Sus logros siguen marcados a fuego en la historia de la Fórmula 1. Y en Nürburgring, donde lo llamaron Meister (maestro en alemán) por haber ganado tres veces en el Infierno Verde, una estatua de él recibe a los visitantes en la puerta.